La Guacamaya Albina …

En las últimas horas de los primeros días  de este nuevo año

Desde tiempos antiguos, la paloma de la paz ha sido un símbolo universal de esperanza y reconciliación. Su origen se remonta a la Biblia, cuando Noé, tras el diluvio, recibió a la paloma con una rama de olivo en el pico como señal de que las aguas habían retrocedido y la vida podía renacer. Pero, como suele ocurrir con los símbolos, la historia no es tan simple: la rama de olivo también tiene su raíz (literal y figurativa) en la mitología griega, donde representaba a Eirene, la diosa de la paz. Así que ya desde el principio, la paz es un concepto prestado, compartido y, sobre todo, cargado de interpretaciones.

Ahora bien, traslademos esta metáfora a Venezuela, un país donde, lamentablemente, hay más guacamayas que palomas y donde los olivos no forman parte de nuestra flora. Aquí, pensar en encontrar una “guacamaya albina con una rama de olivo” es tan improbable como hallar la paz política. Quizás, si ajustamos las expectativas, podríamos imaginar una guacamaya albina con una rama de yagrumo, un árbol autóctono que, como la política venezolana, tiene hojas grandes, llamativas y que cambian de color según les dé el sol.

La Paz en Tiempos de Yagrumos

La paz que necesitamos en Venezuela no es un ideal romántico ni un símbolo importado, sino un reconocimiento de lo esencial: entender qué es democracia y qué es dictadura. Estos conceptos, aunque parecen simples, son profundamente morales y cívicos. No se trata solo de palabras vacías o eslóganes políticos, sino de principios que deben guiar a aquellos que tienen en sus manos la protección y la integridad de la ciudadanía.

Esos guardianes—las fuerzas de seguridad y los actores políticos— tienen la responsabilidad de garantizar la dignidad frente al autoritarismo y la confianza frente al engaño. Pero no podemos dejarlo todo en sus manos. Los civiles, nosotros, tenemos la obligación de exigir la verdad, el reconocimiento electoral y la transparencia en las acciones. Porque, como bien se dice, la política es demasiado importante para dejarla únicamente en manos de los políticos.

Lecciones de un Enero Turbulento

En las últimas horas de los primeros días  de este nuevo año, las lecciones están claras. La paz no es solo la ausencia de conflicto, sino el resultado de un esfuerzo colectivo por reinventar un país. Esto requiere criterio, discernimiento y, sobre todo, valentía para dejar de ser fanáticos o temerosos del autoritarismo. Porque mientras sigamos esperando que aparezca esa guacamaya albina con su rama de olivo, estaremos condenados a quedarnos mirando al cielo, sin darnos cuenta de que el yagrumo, con sus hojas cambiantes, ya está aquí, esperando que lo usemos para construir algo nuevo.

La paz en Venezuela no llegará por arte de magia ni por la intervención de un símbolo celestial. Llegará cuando todos, desde los ciudadanos hasta los líderes, reconozcamos la importancia de la democracia como un sistema que no solo se proclama, sino que se practica. Llegará cuando entendamos que la dictadura no es solo un régimen político, sino una forma de pensamiento que se alimenta del miedo, la ignorancia y la indiferencia.

Así que, mientras seguimos buscando esa imposible guacamaya albina, recordemos que lo que realmente necesitamos es aprender a discernir, a cuestionar y a exigir. Porque, aunque no haya guacamayas albinas, sí hay yagrumos en abundancia. Y quizás, solo quizás, con esas ramas locales podamos construir un país donde la paz no sea un símbolo lejano, sino una realidad palpable.

Roy J Rizo D’Arthenay

Hermano de la Espuma

11/11/2025