El 28 de febrero de 2025, el expresidente Donald Trump y el presidente de Ucrania protagonizaron un enfrentamiento que ilustra la dinámica de la arrogancia en la política. Friedrich Nietzsche, en Más allá del bien y del mal, describe la arrogancia como una expresión de la voluntad de poder, una herramienta para imponer control y superioridad. La exigencia de respeto y gratitud, como se evidenció en el evento, es una contradicción en sí misma. Immanuel Kant sostiene que el respeto es un deber moral que surge del reconocimiento de la dignidad humana, no de la coerción. La gratitud, por su parte, es un sentimiento espontáneo que pierde su esencia cuando se convierte en obligación.
Søren Kierkegaard, por su parte, afirma que la verdad no puede ser impuesta, sino que debe descubrirse a través del diálogo y la reflexión.
La percepción de las cartas
La arrogancia puede pensar que está repartiendo las cartas, pero en realidad es la percepción individual la que determina cómo se interpretan esas cartas. Cada observador, con su propia subjetividad, ve las cartas de manera distinta, moldeadas por sus experiencias, valores y contextos únicos.
En un mundo de percepciones interpretativas, la arrogancia no puede controlar cómo se visualizan las cartas, solo puede intentar imponer su visión. Sin embargo, esta imposición distorsiona las relaciones y obstaculiza la búsqueda de la verdad.
La arrogancia puede dar las cartas, pero nunca ganará el respeto y la gratitud. Estos valores se construyen con humildad, autenticidad y reconocimiento mutuo, no con exigencias.
En un mundo cada vez más polarizado, esta lección es más relevante que nunca. La verdadera fuerza no está en repartir cartas, sino en reconocer que cada quien tiene su propio juego y su propia historia, y que las cartas se interpretan desde la riqueza de la experiencia humana.
Roy J Rizo D’Arthenay
Business Coach
